Frederiko.
Nacido en el seno derecho de una humilde familia de pescadores de la preciosa villa de Cuevas de San Heradión Mártir, situada en el incomparable marco de los Picos de Europa, don Frederiko Nicanor Tocornal Ruano de Alarcón , más conocido como el Tío Calambres, es uno de los electricistas más indómitos de la reciente historia de nuestro país.
Fue a la edad de ocho años cuando, tras leer un lote de fotonovelas chilenas, llegó a la determinación de seguir los pasos de todos aquellos humanos que habían sacrificado su existencia en el intento de lograr una mejora en las vidas de sus semejantes o parecidos, y para ello, con inusual fuerza de ánimo, se dejó crecer la barba ( lo que le costó ocho años ininterrumpidos de constante esfuerzo), comenzó a practicar patinaje artístico, a estudiar berebere y se enamoró perdidamente de una muchacha siete años más joven que él.
Al cumplir dieciocho seguía enamorado de la misma muchacha, la cual, por circunstancias de la vida, aún era siete años más joven que él. Ante tal situación optó por hacer realidad uno de sus sueños, tras reflexionar tres meses y dos semanas se preguntó, ¿Dónde mejor que en la ciudad de la luz para estudiar la carrera de electricista?, y se marchó patinando hasta París, se matriculó en la Sorbona y tuvo la gran suerte de ser admitido en el turno nocturno de la academia de patinaje artístico de Marie Pattinet.
Obtenido su título regresó al pueblo, París le despidió con un apagón de tres días.
Pero un trágico suceso cambió su vida cuando le fue diagnosticada una grave dolencia altamente contagiosa y sin cura conocida, el mal de la pierna loca. La locura de su pierna estuvo a punto de apoderarse del resto de su persona, mas lejos de ser arrastrado por las circunstancias Frederiko reaccionó, preparándose a conciencia se presentó al campeonato comarcal de patinaje artístico, alcanzando el triunfo final mediante su perfecto dominio y utilización de la enferma pierna, gracias a ella pudo realizar movimientos impensables y jamás vistos en esta disciplina. Su fama llegó a los rincones más lejanos del planeta, todos le imitaban, todos le querían y todos enloquecían por tener el mal de la pierna loca.
¿Todos?. Todos menos ella, la mujer de sus sueños se estaba convirtiendo en la mujer de sus pesadillas. Cuando coincidían en algún evento o reunión ella se mantenía ante él en actitud fría y distante, y aprovechaba la más mínima ocasión para desviar la conversación hacia el tema que menos comprendía y más desconcertaba a Frederiko, el arte cubista. Él guardaba silencio y se preguntaba, mientras no paraba de mirar los profundos y expresivos ojos de ella, sobre todo el derecho, ¿por qué?, ¿por qué precisamente el cubismo?, si no hay quien lo entienda.
(El siguiente párrafo pueden saltárselo por dos razones .1ª No modifica en nada el relato 2ª Es, en especial si se lee al atardecer, difícil de comprender)
(Frederiko no comprendía que ella tampoco comprendía el cubismo, y mucho menos sus sentimientos hacia él, y que por esa precisa razón su subconsciente la llevaba a hablar de temas que no comprendía, en un intento de hacerla comprender lo incomprensible.¿Comprenden?).
Una tarde, cuando practicaba patinaje ejecutando su famoso movimiento de la barba (boca abajo y deslizándose por la pista con la sola ayuda de su barba, mientras que con sus piernas bailaba un tango), tuvo la fugaz aparición de san Heradión, quien desde el marcador electrónico le decía aféitate y búscala.
Al otro día, afeitado y pelado, salió en su busca. La pierna, más loca que nunca debido a la tensión del momento , le hacía ir por la acera sin control y con todo un excéntrico repertorio de extraños andares, a la pata coja, a gatas, de espalda, en cuclillas, de lado, dando dos pasos hacia adelante y uno hacia la izquierda, todo ello provocó varios altercados con los viandantes, que asustados se refugiaban en el primer portal que encontraban para evitarlo. En uno de esos giros, tras pisar un gato, se encontró cara a cara con Margarita Eloísa Taltavull Montaner i LLobregat- Marquesa de Diagonal y Duquesa de Monturiol -, y ella al verlo sin barba comprendió que su indiferencia, su frialdad y sus conversaciones sobre cubismo no eran más que manifestaciones deformadas del amor que sentía por él.
Dos meses después se unieron en matrimonio, y desde entonces Frederiko compagina, de forma ejemplar, su trabajo como electricista del pueblo con sus obligaciones de aristócrata y Grande de España.
Esta foto fue tomada cuando Frederiko se dirigía a casa de un cliente para instalar un timbre.
<__trans phrase="Posted by"> ORT-22 <__trans phrase="at"> 24 de Noviembre 2005 a las 07:41 PM