Hartos de recibir en los teletipos las mismas noticias de siempre, reflejos inequívocos del grado de bondad, espiritualidad y desarrollo que día a día logra la raza humana, (guerras, asesinatos, suicidios, hambres, miserias .), Al y Fernández decidimos salir a la calle para buscar el pensar y sentir del pueblo sencillo. Para escuchar, sin la necesidad de hacer ningún tipo de preguntas, las inquietudes y problemas que las personas suelen expresar cuando se encuentra delante de un escaparate, en la parada del autobús, en la cola de un cine o en la barra de un bar.
Al llegar a la Alameda sólo habíamos escuchado la bronca entre un taxista y un motorista, por una cuestión de preferencia sobre la entrada a una calle, cuando apareció ante nosotros don Aurelio Carlos Reinosa de las Dostorres y Pérez Silviño de Monteleón, más conocido por su título nobiliario de Conde de Poor, llevaba esa cara entre aristócrata inglés y perro abandonado, que suele poner cuando quiere lograr algo de sus contertulios. Don Aurelio nos refirió las últimas obras que está realizando en su palacete de Marbella, las cuales ascienden a una cuantía económica superior a los 70.000 euros, todo ello con gran lujo de detalles ( desde los nombres de casi todos los obreros que participan, pasando por las características del material utilizado y lugares de procedencia, y acabando con la larga disputa mantenida con su ama de llaves sobre la conveniencia de poner azulejos de tono marrón terrizo o marrón tostado en el baño del perro), tras tan extenso relato nos pidió un cigarrillo y tres euros para el autobús, desapareciendo en dirección contraria a la que se ubican las paradas de autobuses.
Aquel encuentro nos había dejado un poco ausentes cuando nos dimos cuenta de que estábamos entrando en calle Martínez, allí tuvimos que hacer un ejercicio de camuflaje y huída sin retorno para evitar encontrarnos con fray Pepín de Güisquísito, quien, vaso repleto de whisky en mano, daba confesión en la puerta de un bar al guarda de seguridad de un banco cercano. Protegidos por los coches aparcados recorrimos toda la acera en cuclillas hasta ganar calle Larios, durante el recorrido padecimos un ligero percance, dos señoras nos atacaron con sus bolsos mientras no paraban de decirnos gamberros iconoclastas. Solucionado el contratiempo observamos como el guarda seguía arrodillado ante Pepín., mientras uno de los camareros servía a su caridad un nuevo whisky y una tapita de queso y jamón.
Una vez más el Destino nos llevaba a recorrer el surrealismo y el genial absurdo que habita en esta laberíntica urbe llamada Málaga. Grandiosa empresa que recaía sobre nuestras espaldas. La decisión estaba tomada, seguiríamos adelante recorriendo calles, plazas, callejuelas, paseos, alamedas, parques y las inquietas mentes de sus moradores, con tan sólo el noble empeño de mostrar a todos ustedes algunas cosas de esta maravillosa ciudad.
CONTINUARÁ
<__trans phrase="Posted by"> ORT-22 <__trans phrase="at"> 22 de Septiembre 2005 a las 07:12 PM