Tras su tercer desastre amoroso, Crispino volvía a sonreír. Habían pasado dos años desde el último, desde el triste día que Isabel le abandonó por un niño rico de jaguar y rólex. Dos años de tormentas y oscuridades interiores que sirvieron para preparar el terreno que le llevaría a alcanzar algo que muy pocos alcanzan. Pero antes le esperaba una nueva prueba.
Se llamaba Ivanna, aunque en su carné de identidad aparecía el nombre de Ramira, y cuando alguien se extrañaba de tal circunstancia ella aclaraba, con dulce voz y angelical aspecto iluminado por sus resplandecientes ojos celestes, :es que Ramira en checo es Ivanna , y como mi abuelo fue íntimo, durante veinte minutos, de un esloveno exiliado que pedía por las calles, pues,
¡ ya ven ¡........ . Y nosotros veíamos tanta dulzura y sensibilidad en todo lo que hacía y decía aquella mujer, que no nos dábamos cuenta de que los eslovenos no hablan checo.
Un día Ramira desapareció, y con ella desaparecieron todos los ahorros de nuestro amigo, sus sueños y sus ilusiones.
Durante nueve meses la señorita Depresión se convirtió en la única e íntima amistad de Crispino, con ella dormía, paseaba, comía y deambulaba de garito en garito.
Cuando todos dábamos a Crispino por un caso perdido ocurrió algo sorprendente, durante su habitual paseo en busca de satisfacer sus necesidades ludópatas, al estar abstraído en sus pensamientos, dejó atrás varias casas de juego. Crispino podía pensar en cosas que estaban fuera de estricto régimen establecido por su compañera. Para comprobarlo realizó una pequeña prueba, basándose en cierta noticia que días antes había visto en televisión calculó el número exacto de dátiles de la última cosecha recogida en Elche, y, como le sobraba tiempo antes de llegar a su casa, averiguó las edades y nombres de todos los elefantes del ejército de Aníbal .
Para poder verificar si lo ocurrido era síntoma inequívoco que reflejaba la desaparición de la depresión, decidió realizarse un autotest . Cinco días recordando y ejecutando las técnicas de papiroflexia que tiempos atrás le había enseñado el profesor y faquir don Aniceto Luciérnago Escatestrofen. Cinco días que acabaron con un Crispino desbordante de alegría y de emoción al ver acabada su obra, una reproducción a escala, en papel de celofán y con todo lujo de detalles, del Titánic. Quedaba claro que la señorita Depresión, como todas las demás, también había abandonado la compañía de nuestro querido y entrañable amigo.
A la mañana siguiente, casi de madrugada, se marchó al puerto para botar con gran solemnidad, vestido de smoking y tarareando el Aserejé, su maravillosa obra naval, la cual se hundió cuando apenas había avanzado tres metros tras chocar con una lata de anchoas. Y fue en ese momento cuando de lo más profundo de su ser emergió una fuerza que se pegó a su conciencia, como impregnada con Súper-glue 3, y que nunca más le abandonó .De aquella fuerza nació un pensamiento, que podríamos traducir de una manera vulgar comola historia se repite hasta que se aprende, y tras aquel pensamiento nacieron muchos más. Gracias a la papiroflexia y a una lata de anchoas Crispino se convirtió en un filósofo de fama mundial .
Todos los solteros del mundo, todos los amantes de la papiroflexia del mundo, todos los fabricantes de latas de conservas del mundo junto a sus empleados, y todos los datileros de Elche devoran sus libros y adoran su profundo saber.
Aquí termina esta historia , la cual ha causado gran inquietud en el último congreso de psiquiatría de Somosierra de Pisamorena, y, por lo que ya se sabe, más de un investigador ha comenzado a experimentar con latas de conservas en la prevención y tratamiento de los estados depresivos. <__trans phrase="Posted by"> ORT-22 <__trans phrase="at"> 2 de Diciembre 2005 a las 08:43 PM